Maio - Roteiro

Maio es una perla tropical africana de la naturaleza en bruto, que nos recuerda que nos encontramos cerca de las zonas desérticas del Norte de África. Estas playas inmensas y puras que rodean la isla, son elegidas por las tortugas para su desove anual, tal como ocurre en las islas del Norte, Boa Vista y Sal. Es un momento extremadamente delicado para la preservación de esta especie, y que merece el esfuerzo que aquí se realiza para mantener las condiciones necesarias para el acto del desove.

En la isla de Maio todavía hoy se puede hacer la captura del burro salvaje en un acontecimiento que recuerda a los rodeos del nuevo continente, y que siempre atrae la atención popular.

Vila do Maio es la capital de la isla. También la llaman Vila do Porto Inglês, nombre que tiene sus raíces en los navíos británicos que realizaban el transporte de sal. Este producto, que llegó a ser estratégico en la historia mundial, ha perdido actualmente toda su importancia. Por eso no resulta sorprendente que las salinas, que se pueden ver en gran parte del recorrido entre el aeropuerto y Vila do Maio, estén ahora semiabandonadas, tras haber sido un recurso económico fundamental del archipiélago.

La capital es tranquila, relajante, y sus espacios de convivencias resultan muy atractivos. El viajero no debe perder la oportunidad de conocer la Igreja Matriz, el Faro de S. José y también el Castelo do Maio. Datan del período de la formación de la ciudad, y el castillo, al igual que la fortaleza de Ribeira Grande en Santiago, fue construido fundamentalmente para proteger el territorio de los ataques de los piratas.

Pero la tranquilidad y la “morabeza” (gentileza y hospitalidad) caboverdianas no perdonan el ineludible juego de las cartas, especialmente el juego rey, la brisca, y sobre todo la animación que la música tradicional trae a las calles, en sus diversas modalidades, entre las cuales el funaná, tocado y cantado al ritmo cautivador de la gaita (concertina) y del ferrinho (una barra de hierro dentada que, raspada, acompaña el ritmo de los bailarines) es una de las más envolventes.

Más al Norte, Calheta funciona como un interesante punto de atracción. Es un pueblo de pescadores situado en una pequeña bahía, donde convive con el orgullo de ser la mayor superficie de explotación forestal de Cabo Verde, formada básicamente por acacias. Deslumbrante en su antagonismo con las zonas casi desiertas, dominantes en la isla, esta mancha verde, la más extensa del archipiélago, está surcada por puntos cubiertos de polvo blanquecino, y poblada por numerosas bandadas de galinhas do mato (Formicario capirrojo).

Si el viajero es aficionado a la artesanía, no debe dejar de visitar el Centro de Olaria en Calheta, en actividad intermitente, pero que ofrece una magnífica ocasión para conocer los utensilios tradicionales de la cocina y la decoración locales.

Las playas, generalmente pequeñas pero muy acogedoras, son el atractivo por excelencia de la Isla de Maio. Podemos enumerar algunas de las más conocidas: Praia Preta, Praia Real, Pau Seco, Porto Cais, Bitche Rotcha, Boca do Morro y Praia da Lagoa, por ejemplo.

Y si el objetivo del viajero es descubrir lugares encantadores, aunque no aparezcan en las guías, no debe olvidar que toda la isla está rodeada de deliciosos arenales expuestos a aguas realmente invitadoras.

Un circuito por el Sur y el Este de Maio permite tener un contacto cercano con la amable población de la isla, desde Figueira Horta hasta Barreiro, Pilão CãoPedro Vaz y Alcatraz, Praia Gonçalo, Santo António y Cascabulho.

Quien visita Maio, además de disfrutar del sol y la playa, debe aprovechar la oportunidad de observar el trabajo de los pescadores y las diversas especies haliéuticas de estos mares de temperaturas siempre suaves pero frescas, y practicar submarinismo para apreciar la fabulosa fauna marina. El resto del tiempo puede descansar en una tierra con encanto cuya esencia hasta ahora ha escapado a las grandes transformaciones que afean el mundo.

Maio es una perla tropical africana de la naturaleza en bruto, que nos recuerda que nos encontramos cerca de las zonas desérticas del Norte de África. Estas playas inmensas y puras que rodean la isla, son elegidas por las tortugas para su desove anual, tal como ocurre en las islas del Norte, Boa Vista y Sal. Es un momento extremadamente delicado para la preservación de esta especie, y que merece el esfuerzo que aquí se realiza para mantener las condiciones necesarias para el acto del desove.

En la isla de Maio todavía hoy se puede hacer la captura del burro salvaje en un acontecimiento que recuerda a los rodeos del nuevo continente, y que siempre atrae la atención popular.

Vila do Maio es la capital de la isla. También la llaman Vila do Porto Inglês, nombre que tiene sus raíces en los navíos británicos que realizaban el transporte de sal. Este producto, que llegó a ser estratégico en la historia mundial, ha perdido actualmente toda su importancia. Por eso no resulta sorprendente que las salinas, que se pueden ver en gran parte del recorrido entre el aeropuerto y Vila do Maio, estén ahora semiabandonadas, tras haber sido un recurso económico fundamental del archipiélago.

La capital es tranquila, relajante, y sus espacios de convivencias resultan muy atractivos. El viajero no debe perder la oportunidad de conocer la Igreja Matriz, el Faro de S. José y también el Castelo do Maio. Datan del período de la formación de la ciudad, y el castillo, al igual que la fortaleza de Ribeira Grande en Santiago, fue construido fundamentalmente para proteger el territorio de los ataques de los piratas.

Pero la tranquilidad y la “morabeza” (gentileza y hospitalidad) caboverdianas no perdonan el ineludible juego de las cartas, especialmente el juego rey, la brisca, y sobre todo la animación que la música tradicional trae a las calles, en sus diversas modalidades, entre las cuales el funaná, tocado y cantado al ritmo cautivador de la gaita (concertina) y del ferrinho (una barra de hierro dentada que, raspada, acompaña el ritmo de los bailarines) es una de las más envolventes.

Más al Norte, Calheta funciona como un interesante punto de atracción. Es un pueblo de pescadores situado en una pequeña bahía, donde convive con el orgullo de ser la mayor superficie de explotación forestal de Cabo Verde, formada básicamente por acacias. Deslumbrante en su antagonismo con las zonas casi desiertas, dominantes en la isla, esta mancha verde, la más extensa del archipiélago, está surcada por puntos cubiertos de polvo blanquecino, y poblada por numerosas bandadas de galinhas do mato (Formicario capirrojo).

Si el viajero es aficionado a la artesanía, no debe dejar de visitar el Centro de Olaria en Calheta, en actividad intermitente, pero que ofrece una magnífica ocasión para conocer los utensilios tradicionales de la cocina y la decoración locales.

Las playas, generalmente pequeñas pero muy acogedoras, son el atractivo por excelencia de la Isla de Maio. Podemos enumerar algunas de las más conocidas: Praia Preta, Praia Real, Pau Seco, Porto Cais, Bitche Rotcha, Boca do Morro y Praia da Lagoa, por ejemplo.

Y si el objetivo del viajero es descubrir lugares encantadores, aunque no aparezcan en las guías, no debe olvidar que toda la isla está rodeada de deliciosos arenales expuestos a aguas realmente invitadoras.

Un circuito por el Sur y el Este de Maio permite tener un contacto cercano con la amable población de la isla, desde Figueira Horta hasta Barreiro, Pilão CãoPedro Vaz y Alcatraz, Praia Gonçalo, Santo António y Cascabulho.

Quien visita Maio, además de disfrutar del sol y la playa, debe aprovechar la oportunidad de observar el trabajo de los pescadores y las diversas especies haliéuticas de estos mares de temperaturas siempre suaves pero frescas, y practicar submarinismo para apreciar la fabulosa fauna marina. El resto del tiempo puede descansar en una tierra con encanto cuya esencia hasta ahora ha escapado a las grandes transformaciones que afean el mundo.