Funaná

  • Danza
  • Música

Algunos estudiosos de la música caboverdiana conceden a este género musical una antigüedad y una representatividad del sentir secreto del pueblo, pero las memorias más antiguas del funaná se remontan a la expresión badju gaita (baile de gaita), en la que diversos géneros, como la samba, el vals o la mazurca se acompañaban con la concertina (gaita), en el interior de Santiago, sin que se conserve (desgraciadamente) ninguna grabación como testimonio.

En la isla de Fogo, la misma combinación de géneros musicales dio origen al talaia-baxo, del que Minó di Mamá fue el máximo exponente, conservándose una variante de la mazurca original denominada rabolo.

El famoso rabelista Travadinha, así como Nhô Kzick y el gran intérprete Bau, son igualmente ejemplos eminentes de la criollización de músicas exógenas en Cabo Verde.

El nombre funaná surgiría gracias a un matrimonio que se hizo famoso en Santiago debido a la habilidad con la que bailaba y tocaba los dos instrumentos de referencia, y cuyos nombres eran Funa (él, tocando la gaita) y Naná (ella, tocando el triángulo).

En los 80 del siglo pasado, el Grupo Bulimundo popularizo el funaná, en versión más “tecno”, y algunos grupos más recientes, como Ferro Gaita, volvieron a poner la tónica en la centralidad de la concertina y del ferro (raspado por otra pieza metálica, como reco-reco), sin abandonar el bajo, la guitarra y la batería.

Más o menos antiguo, lo cierto es que este género musical es posiblemente, junto a la morna y la coladeira, uno de los más genuinos de Cabo Verde, por su ritmo único, a contra-golpe, y por su origen marcadamente popular. Estar en un patio del interior de Santiago a la luz del hogar y de un podogó, embebidos en los olores y sonidos de la naturaleza, elevados a una dimensión telúrica por el sonido envolvente de la concertina, al mismo tiempo que emana de las personas, totalmente embriagados por la sucesión pendular del ritmo, una fijación casi metafísica al calor de la convivencia, es una vivencia de tal riqueza humana que es difícilmente descriptible.

Algunos estudiosos de la música caboverdiana conceden a este género musical una antigüedad y una representatividad del sentir secreto del pueblo, pero las memorias más antiguas del funaná se remontan a la expresión badju gaita (baile de gaita), en la que diversos géneros, como la samba, el vals o la mazurca se acompañaban con la concertina (gaita), en el interior de Santiago, sin que se conserve (desgraciadamente) ninguna grabación como testimonio.

En la isla de Fogo, la misma combinación de géneros musicales dio origen al talaia-baxo, del que Minó di Mamá fue el máximo exponente, conservándose una variante de la mazurca original denominada rabolo.

El famoso rabelista Travadinha, así como Nhô Kzick y el gran intérprete Bau, son igualmente ejemplos eminentes de la criollización de músicas exógenas en Cabo Verde.

El nombre funaná surgiría gracias a un matrimonio que se hizo famoso en Santiago debido a la habilidad con la que bailaba y tocaba los dos instrumentos de referencia, y cuyos nombres eran Funa (él, tocando la gaita) y Naná (ella, tocando el triángulo).

En los 80 del siglo pasado, el Grupo Bulimundo popularizo el funaná, en versión más “tecno”, y algunos grupos más recientes, como Ferro Gaita, volvieron a poner la tónica en la centralidad de la concertina y del ferro (raspado por otra pieza metálica, como reco-reco), sin abandonar el bajo, la guitarra y la batería.

Más o menos antiguo, lo cierto es que este género musical es posiblemente, junto a la morna y la coladeira, uno de los más genuinos de Cabo Verde, por su ritmo único, a contra-golpe, y por su origen marcadamente popular. Estar en un patio del interior de Santiago a la luz del hogar y de un podogó, embebidos en los olores y sonidos de la naturaleza, elevados a una dimensión telúrica por el sonido envolvente de la concertina, al mismo tiempo que emana de las personas, totalmente embriagados por la sucesión pendular del ritmo, una fijación casi metafísica al calor de la convivencia, es una vivencia de tal riqueza humana que es difícilmente descriptible.

Autoria/Fonte

Armando Ferreira - 2011 -

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